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La Fundación Mercedes Calles alberga hasta el 4 de marzo la exposición 'Del Costumbrismo a la Modernidad', con 45 obras pictóricas pertenecientes a la Fundación Caja Extremadura. Cuadros de Eugenio Hermoso, Felipe Checa, Adelardo Covarsí, José Bermudo y Conrado Sánchez Varona, entre otros.

Fuente HOY

El pintor Felipe Fernández Abadín (Badajoz, 1934) expone desde ayer lunes hasta el próximo 20 de enero en la sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Badajoz, una selección de retratos, bodegones y paisajes que ha pintado en distintas épocas de su vida, entre los que se incluyen algunas de sus más recientes obras, como son un retrato que ha realizado del rey Felipe II y también de otros miembros de la Familia Real. Felipe Fernández Abadín es un pintor figurativo autodidacta que muestra en su obra un gran dominio de la luz y el color. Aficionado a la pintura desde la infancia, ha pintado al óleo, al pastel y al carboncillo.

Fuente LACRONICABADAJOZ

Esta es la fabulosa historia de un milagro escrito, es decir, la peripecia del manuscrito de una novela que iba a imprimirse en 1620 y cuyo rastro se perdió hasta ser hallado en 1965 en el archivo de la Hispanic Society of América, en Nueva York. Pero esta joya del Siglo de Oro seguía inédita. El manuscrito tiene 328 folios, lleva la signatura B2519 y es el único ejemplar de una las pocas novelas escritas en el Virreinato del Perú de aquellos años. Se titula «Historia del Huérfano» y acaba de ser editada, por primera vez, gracias a la Fundación José Antonio de Castro, en su pulcra «Biblioteca Castro» de literatura española.

El libro abre una ventana que nos permite viajar en el tiempo –supera con creces a las gafas de realidad virtual– y mirar con los ojos y los juicios de un español de la época cómo era la sociedad virreinal, la Corte, la vida en diferentes ciudades europeas y americanas, sin que medien filtros culturales o históricos.

Es la historia de un huérfano granadino de 14 años que viaja a América, se enrola en la guerra de conquista del Virreinato de Nueva Granada y pasa a Lima, donde emprende carrera eclesial que le llevará por medio mundo. Está narrada en tercera persona, trufada de hechos reales y reconocibles, además de consideraciones biográficas de su verdadero autor, que los especialistas tienen perfectamente identificado y que no fue el Andrés de León que figura en la portada –nombre inventado–, sino Martín de León y Cárdenas, un hombre cuya vida tiene paralelismos con la del huérfano y que llegó a Arzobispo de Palermo, ciudad en la que murió en 1655.

Si miramos con sus ojos aquel presente que nos llega hoy entre páginas amarillentas perfectamente conservadas –salvo dos folios relativos a sus primeras tropelías que le llevaron a ser expulsado de Perú–, veremos mucha más cultura de la que recordamos en las calles de Lima, la mítica Ciudad de los Reyes, donde un poema bien forjado es tan útil como la espada.

Visión real de Lima
En la capital virreinal hay conventos, de los que surge la primera universidad americana a mediados del XVI, pero en la novela abundan también aventuras sin fin, amores y líos de faldas, navegaciones, clérigos que se disfrazan de soldados, naufragios y batallas a boca de fuego en aquellas latitudes que aquellos españoles, antepasados nuestros, sentían como parte de una tierra casi infinita que aún exploraban; y hay asaltos a baluartes y muertes y enemigos...

Asistimos desde las líneas españolas al ataque de Francis Drake a Puerto Rico en 1595 –donde el Huérfano tiene su protagonismo–, aquella última batalla del inglés tan solo un año antes de morir. Y también al saqueo de Cádiz por una escuadra inglesa en 1596, de la que el protagonista escapa por los pelos y gracias a un golpe de fortuna o de ingenio supernovelesco. Después el protagonista viaja a Madrid, donde se vicia con el juego y participa en una reyerta en la que muere una persona, y a Roma a pedir perdón al Papa para recomenzar. ¿Cuánto de verdad hay sobre el autor en todo ello? ¿Cuántas vidas cabían en una de aquellas biografías? Porque luego asiste en Ferrara justo cuando Clemente VIII se la anexiona y recorre otras ciudades de Italia celebrando la boda de Felipe III con la Reina Margarita. Finalmente regresa a las Indias y termina sus días retirado en la paz conventual y rechazando el cargo de obispo que su peripecia, sin duda, ameritaba.

Pistas y misterios
La responsable de la edición es una filóloga peruana, Belinda Palacios, que relata que fue Antonio Rodríguez Moñino quien lo encuentra en la Hispanic en 1965, lo describe, y recomienda su publicación al calibrar la importancia del hallazgo. Se intentó en los años noventa con Paola Leoni pero no llegó a buen fin. Belinda Palacios destaca que es un testimonio único de la época y de una sociedad capaz de crear cultura. El estilo de la novela es menos simple que la «Historia de la Monja Alférez» y más rico que las autobiografías de soldados del Siglo de Oro por los escenarios que abarca.

No se sabe por qué no se llegó a publicar como estaba previsto en 1621, pero Palacios no ha encontrado la cédula que habría en el Archivo del Consejo de Castilla en caso de haberse pedido permiso. «Tal vez Martín de León se avergonzaba de que se supiera que era el autor, por todo lo que dice, porque es un poco obra de juventud y él hizo una importante carrera eclesiástica». No en vano faltan dos folios de uno de los episodios más oscuros de la vida del Huérfano.

«El texto apoya sin duda a los criollos, desmiente que fueran incultos, pero no dice nada malo de los españoles», subraya la investigadora sobre un detalle relevante de la visión de la sociedad virreinal. Para ella, «el autor vive de cerca la ebullición de las letras en Lima en esos años» (de hecho se conocen poemas suyos en recopilaciones que han servido para identificarle). Palacios reflexiona: «La historia no es blanco o negro, y en la leyenda negra siempre se machaca lo que hacían los españoles, pero esta obra nos da una infinita gama de grises que enriquece la historia».

Tampoco esconde lo negativo, «hay una descripción de las minas de azogue en la que se refleja que se da cuenta de la dureza de la vida de los indios», afirma Palacios. Pero lo importante es que «transporta al lector pasado, de una manera absoluta», remacha.

 Fuente ABC

La duodécima edición del Premio de Novela Corta Encina de Plata, convocado por el Ayuntamiento de Navalmoral de Mata, mantendrá en 2018 su dotación económica de 6.000 euros para el ganador, además de la publicación de la obra. El ganador de la pasada edición fue Julián Granado, un médico onubense autor de 'Un mundo aparte'.

El Consistorio moralo ha dado a conocer a través de su página web las bases de uno de los premios literarios más importantes en novela corta de Extremadura, con el que se pretende fomentar la cultura literaria y e impulsar la creación de escritores de todo el mundo.

Este premio «se ha hecho un hueco importante en el panorama literario extremeño a pesar de su corto recorrido de once años» debido, en gran parte, a la dotación con la que cuenta y al prestigio y exigencia de su jurado.

Plazo de presentación
El Encina de Plata ha contado en sus últimas ediciones como componentes del jurado con los miembros de la Real Academia Luis Mateo Diez y José Luis Merino.

Las bases del premio fijan que las obras deberán tener una extensión de entre 75 y 100 folios y se remitirán bajo seudónimo a la Concejalía de Cultura de Navalmoral hasta el 9 de marzo.

No podrán participar quienes hayan resultado ganadores en los últimos cinco años, así como aquellas personas que de alguna forma hayan estado vinculadas a la organización del certamen durante el mismo periodo de tiempo.

El fallo del certamen se conocerá en la gala literaria que tendrá lugar el 8 de junio.

Fuente HOY

¿Se imaginan haber descubierto una biblioteca de hace más de 3.000 años de antigüedad y no poder descodificar su código? Pues después de muchos años de lucha, la University College de Londres lo ha conseguido: ha encontrado una novedosa técnica con la que conseguir leer los papiros con los que se construyeron los sarcófagos en los que se enterró a los personajes más relevantes del Antiguo Egipto para descubrir una historia, hasta ahora, oculta.

La investigación de una de las épocas más importantes de la historia de la humanidad ha sido uno de los grandes objetos de deseo de los científicos: tratar de saber más sobre una de las civilizaciones que cambiaron el mundo se ha convertido casi en obsesión para muchos investigadores que, a día de hoy, continúan analizando todo tipo de materiales en busca de más información que nos permita conocer un periodo único en la historia. Y, ahora, lo han conseguido.

No hace demasiado, los investigadres descubrían algo increíble: los sarcófagos en los que se enterraban a las momias egipcias estaban, entre otros materiales, hechos por papiros. Se trata de una de las capas inferiores con las que están construidos este tipo de ataúdes -cubiertos por masilla y pintura- y, tras el descubrimiento, los investigadores sólo podían acceder a ellos destrozando la caja, con lo que se rompía una pieza única cuyo valor es incalculable.

Ahora, la University College de Londres ha descubierto una técnica con la que leer el papiro sin necesidad de destrozar el sarcófago. A través de una serie de juego de luces, aplicando diferentes intensidades y longitudes de onda, han conseguido que brille la tinta con la que se rellenaron estos legajos. Posteriormente, mediante una simple técnica de escaneo, han logrado obtener el texto completo sin necesidad de tener que romper un elemento tan valioso como los sarcófagos.

La gran importancia de este descubrimiento no solo radica en la capacidad de leer información hasta ahora oculta, sino que lo que ofrece es 'real'. Las jeroglíficos que se pueden ver en las cámaras mortuorias ofrecen valiosa información sobre el estilo de vida de la época pero, en el fondo, es una interpretación de la manera en la que se quería recordar a esa persona. Por el contrario, los papiros no dejaban de ser papeles con información diaria pero que, ahora, tienen gran valor.

Declaraciones de impuestos, legislaciones, cartas de amor... posiblemente, toda esa información no demasido valiosa en su día era reutilizada para hacer los sarcófagos más compactos. Pero varios milenios después, esa información ha pasado a tener mucho peso: no es más que información real de cómo se vivía entonces y, precisamente, sobre lo que menos conocimiento se tiene, lo que permitiría saber una realidad hasta la fecha desconocida.

Una primera prueba exitosa
"Como los papiros 'sobrantes' (de menor valor) fueron utilizados para elaborar objetos de prestigio, se han preservado durante 2.000 años. Por ello, constituyen una de las mejores bibliotecas que tenemos de papiros sobrantes que hubieran sido desechados de otra manera, y en los que se incluye información sobre gente en particular y su vida cotidiana", afirma a 'BBC' Adam Gibson, director del proyecto llevado a cabo por la University College de Londres.

Las primeras pruebas sobre la nueva técnica se realizaron en un sarcófago que se encuentra en el castillo de Chiddingstone (Kent, Reino Unido) y los resultados fueron realmente óptimos: la primera palabra que consiguieron descubrir fue 'Irethorru', es decir, 'el ojo de Horus aleja a los enemigos'. Gracias a esta técnica, se podrán leer los papiros ocultos en los sarcófagos, una manera de conocer cómo vivían en el Antiguo Egipto de la manera más real conocida hasta el momento.

Fuente ELCONFIDENCIAL

Cuando los españoles llegaron a lo que hoy es México, estaban dispuestos a escuchar las viejas leyendas de los indios locales. Quizá para impresionar a los colonizadores, los nativos les regalaban los oídos con fabulosos relatos de ciudades decoradas en oro y plata, construidas sobre grandes praderas más allá de los confines de la Nueva España, mucho más al norte del Río Grande, en lo que hoy es Estados Unidos. A estas historias hay que sumar los testimonios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, quien llegó a ciudad de México en 1536 con tres supervivientes tras su fracasada expedición a la Florida. Los indios carancaguas, con los que convivió seis años, le contaron una historia similar. A partir de ese momento, entre los conquistadores españoles cunde un mito semejante a El Dorado que era de ancestral tradición en los libros de caballerías medievales: las Siete Ciudades de Cíbola y Quivira, sustentadas y decoradas con incalculables riquezas, podían hallarse hacia el noroeste de los nuevos dominios españoles. Esta es la historia de una expedición aventuresca narrada sin intermediarios, en diarios de viaje por primera vez recopilados y, también, el relato de un gran desencanto.
La edición de estos diarios, realizada por el profesor Ángel Luis Encinas Moral en su “Crónica de la expedición de Francisco Vázquez de Coronado a las Grandes Praderas de Norteamérica” (Miraguano Ediciones), reúne todas las cartas, informes y testimonios de esta epopeya, obtenidos del Archivo General de Indias y de archivos norteamericanos y mexicanos y conforman la más completa base documental publicada en castellano sobre la expedición de Vázquez de Coronado. Pero antes de que nuestro protagonista Vázquez de Coronado ponga en marcha su gran expedición al norte, un franciscano, Marcos de Niza, partió en esa dirección en 1539 con 50 indios amigos liderados por el negro Estebanillo, conocido por Cabeza de Vaca, en calidad de guía. Descubrieron Arizona y Nuevo México y se detuvieron en Vacapa. Estebanillo continuó hacia el norte y, al cabo de unos días, un nativo llegó de vuelta portando una cruz por su indicación, con el testimonio de que había estado en la ciudad de Cíbola, un lugar decorado con turquesas. El fraile se animó a continuar hacia el norte, pero en el camino descubrirá que su enviado había sido asesinado por los indígenas. Fray Marcos decide dar media vuelta hasta ciudad de México y dejará dicho, sin ser cierto, haber visto “siete poblaciones razonables, de muy buena tierra y tener razón de que hay en ellas mucho oro y que lo tratan los naturales de ella en vasijas y joyas”. En Compostela, una de las estaciones de su recorrido de vuelta a casa, se encontrará con Vázquez de Coronado, a quien le narrará estas leyendas, pero nada en comparación a lo que contará el religioso, cada vez más henchido de orgullo y más fantasioso, ante el mismísimo Hernán Cortés.

Las habladurías crecieron tanto que el Virrey Antonio de Mendoza decide organizar una fuerza militar para ir a la conquista de las riquezas. Partiría desde México y sería la primera expedición gubernamental mediante financiación privada. La decisión del virrey se explica por la multitud de frentes abiertos en los nuevos dominios de ultramar y la escasez de hombres, que aconsejaban buscar voluntarios para el alistamiento y no desguarnecer las ciudades. El reclutamiento se hizo a redoble de tambor y pregones por las ciudades, anunciando que se buscaba un nuevo Perú, un rico El Dorado. Por esta razón muchos de los voluntarios fueron nobles ociosos, “que, como corcho sobre el agua reposados, andaban sin tener qué hacer”, como recoge el historiador Matías de la Mota. Más de 300 hombres, la mayoría incluso a caballo, se presentaron al cobro de los 30 pesos y la promesa de nuevas tierras y “un cerro de plata y otras minas”, según recoge este cronista. El 23 de febrero de 1540, la comitiva, compuesta por 300 soldados españoles, entre 1.300 y 2.000 indios y un puñado de frailes franciscanos, estaba dispuesta a partir.
Al cabo de dos meses de camino, los españoles llegaron al desierto y después a la Montaña Blanca Apache. Por si lo dudaban, al llegar finalmente a Cíbola, la primera de las supuestas siete ciudades de oro, no tuvieron precisamente una bienvenida. Varios españoles murieron y otros tantos fueron heridos durante tres días de combate. En los diarios queda reflejado que buena parte del derramamiento de sangre se podía haber evitado con traductores competentes o si, al menos, ambos grupos hubieran compartido al menos conceptos. Los españoles no fueron capaces de hacer comprender a los indígenas que exigían de ellos que aceptasen la supremacía de la Iglesia, Dios y el rey. Tampoco los zuñis hicieron comprender a los blancos el sginificado de las líneas de harina de máiz que delimitaban el territorio y sus ceremonias. Las escaramuzas continuaron y hasta el invierno no pudieron pacificar la zona y enviar un destacamento a explorar hacia el oeste. Al cabo de varios días, Pedro de Tovar volvía a Cíbola con el relato de un desolador paisaje lleno de indios hostiles (los navajos) y un Gran Cañón infranqueable.

La desesperación cundía en la embajada española y Coronado escuchó a un indio esclavo de una triubu rival contar historias de Quivira cuando los soldados españoles estaban a punto de matarlo. Probablemente para salvarse, “El Turco” (que es como los españoles apodaron al indio) empezó a contar fantasías acerca del oro y las riquezas y Coronado le tomó de guía hacia el norte de nuevo. En el fondo, la expedición sabe que “El Turco” miente, pero no quieren dejar de creer en la promesa de tierra fértil y riquezas. Siguen recorriendo kilómetros y kilómetros en balde, con la única brújula de su avaricia, pero el viaje es fascinante. Pequeños pueblos con tipis, vastas praderas con bisontes y el río Arkansas hasta llegar a finalmente a Quivira. Ni rastro de los brillos del oro o las piedras preciosas hasta el límite de lo que hoy es Nebraska. Lo más interesante es asistir a la manera diversa en que los miembros de la expedición asumen o no el fracaso a pesar de que el resultado de la misión ha sido un descalabro estrepitoso. Esta era de una de las primeras expediciones del imperio español por un terreno ciego de mapas y aún les quedaban muchas cosas que aprender en materia de colonización. Estaban más movidos por la fantasía que por la evangelización o por la expansión del Imperio. Lo que aquellos hombres vieron no lo había presenciado ningún europeo y a su regreso a México era todo lo que les quedaba: casi todos los que perseguían el oro se arruinaron en la expedición, y algunos otros perdieron hasta la vida.
FICHA:
Título: Crónica de la Expedición de Vázquez de Coronado
Autor: Ángel Luis Encinas
Editorial: Miraguano Ediciones.
Páginas: 334
Precio:29 euros

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