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El nombre de este resort de lujo, que nació en 2005 como un refugio de paz para directivos y potentados, no es casual. La urbanización es una isla en medio del pantano de Valdecañas, situada al noroeste de Cáceres, a 164 kilómetros de Madrid. El proyecto se componía de dos hoteles, 300 villas, apartamentos, campo de golf de 18 hoyos, complejo deportivo, 76 atraques, zona de piscinas y playa artificial. Más de la mitad de las villas están ya construidas (en concreto 170), así como el campo de golf y el hotel Vincci. El diario 'Expansión' publicó que el complejo contaba con un presupuesto de 200 millones de euros, de los que ya se han invertido 130. Directivos del Banco Santander, Rothschild, Telefónica, Bank of America, Credit Suisse, UBS, PwC, CBRE, Johns Lang Lasalle habían adquirido una de las villas ya entregadas, por un precio de 520.000 euros cada una.

Sobre todo pende una orden de demolición del Tribunal Supremo, previa denuncia de Ecologistas en Acción alegando que el espacio está protegido. La sentencia se produjo seis años después de la construcción del complejo, que fue comercializado por Beltrán Gómez-Acebo, sobrino del Rey emérito Juan Carlos, y por Jaime López-Ibor Alcocer, hijo de Cristina Alcocer y sobrino del empresario Alberto Alcocer, a través de la empresa Vertical Real State. Ambos son propietarios. Bucear en las delicias del lugar es tan sencillo como asomarse a la cuenta de Instagram de Andrea Pascual, la mujer de Gómez-Acebo, que ha encontrado como otros vips en este paraíso extremeño a un paso de la comarca de las Villuercas, también muy solicitada por la 'jet', un refugio de fin de semana.

A pesar de la amenaza de derribo, sus ilustres habitantes están tranquilos y expectantes. La ejecución de la sentencia del Alto Tribunal depende de un informe de impacto medioambiental en el que los propietarios tienen las miras puestas. Las parcelas están integradas en la Red Natura 2000, lo que legalmente impedía su urbanización. La Junta de Extremadura, en la época de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, aprobó la elitista urbanización y quitó a la zona la categoría de Zona de Especial Protección (ZEPA). Hablamos de 2007.

Desde la empresa sevillana constructora Marina Isla de Valdecañas, que está actualmente en manos de un administrador conscursal, prefieren no hacer declaraciones. Tampoco conseguimos hablar con nadie en la inmobiliaria del hijo de Doña Pilar de Borbón, Vertical Real State, que nos remiten a hablar con la Junta de Andalucía o la constructora. Según el estudio realizado por la Junta, el derribo se elevaría a 34 millones de euros después de que la promotora (Marina Isla de Valdecañas, SA., con sede en Sevilla) hubiera invertido ya 130 millones de euros de los 200 inicialmente previstos.

Pero hay quien sí da la cara. Se trata del exjugador de baloncesto Fran Murcia, que no es propietario pero actualmente es el director deportivo del complejo y que con su empresa Sargento de Hierro se dedica a temas de 'team building' empresarial y da servicio al hotel, además de su labor como entrenador de niños. Primero aclara que no es una isla de vips, sino de gente trabajadora. "Tienen dinero para pagar 600.000 euros por una casa, pero nadie les ha regalado nada", explica este mediático entrenador que accede a dar su versión. "Yo soy una opinión partidista, a favor de este enclave que es un verdadero paraíso natural muy cerca de Madrid. Esto no es un mastodonte en medio de una playa como Algarrobico. Todo aquí es sostenible: las casas tienen una sola altura, se rodeó todo de vegetación autóctona y todo se hizo con todos los permisos legales. Hay una orden de demolición con sentencia de derribo, pero económicamente destruir lo que hay aquí construido es inviable. El problema es que hubo una demanda por parte de los ecologistas que se fraguó antes de que la Junta de Extremadura hiciera el cambio de suelo", explica el exmarido de Lara Dibildos,

"No nos vamos a engañar, es una inyección económica salpicada por pequeños pueblos que viven de dar servicio a la isla. En empleos directos ahora mismo la isla emplea a cien personas. En la zona y en plena crisis el empleo ha crecido un 4%, la población un 40%, que los ecologistas y el Supremo pueden encargarse de devolver a los niveles del resto de Extremadura si se ejecuta la sentencia. Se trata de los habitantes que han encontrado una solución a sus problemas laborales al lado de su pueblo. Por no hablar del IBI que ha repercutido en los Ayuntamientos de El Gordo. La empresa constructora ha entrado en concurso de acreedores porque no ha terminado de construir lo proyectado. Estamos pendientes del estudio medioambiental que puede parar la orden de derribo. Estamos tranquilos. Se han plantado áboles autóctonos, donde solo había eucaliptos, y el lugar sigue siendo paso de las cigüeñas. Hay ya un estudio privado que avala estos argumentos", detalla.

Murcia se refiere al estudio hecho desde el departamento de Ordenación del Territorio de la Universidad de Extremadura. Sus conclusiones son aplastantes: Materializar la demolición del complejo turístico Isla de Valdecañas, para su vuelta al "estado inicial", tal y como establece la sentencia del Tribunal Supremo de 2015, es una "aberración académica". En este análisis, que firman Julián Mora Aliseda y David Iñigo Hernández, afirman que la Isla de Valdecañas "ha mejorado" la situación de su entorno, gracias a un proyecto de regeneración ambiental por el que se arrancaron más de 1.000 eucaliptos que poblaban la zona y se plantaron 4.500 nuevos árboles, principalmente de especies autóctonas (encinas y alcornoques) junto a pinar y matorral.

El estudio analiza el impacto (social y económico) que la ejecución del proyecto ha tenido en las dos localidades colindantes, El Gordo y El Berrocalejo, pero también evalúa si ha existido un peaje medioambiental. Para los investigadores, el complejo turístico ha supuesto "un revulsivo" para la zona en un terreno sobre el que ellos aseguran que no tenía ningún valor medioambiental. Desde Ecologistas en Acción solo esperan a que se ejecute "de una vez" la sentencia de derribo. A esta publicación le ha sido imposible localizar a Paca Blanco, la vecina jubilada de El Gordo que inició la denuncia. La mujer tuvo que abandonar la pequeña localidad de 300 habitantes por el acoso de los vecinos.

Los que compraron en plano tienen derecho a su dinero

¿Qué pasa con los que compraron en plano (y no se construyeron) y ahora ven cómo una sentencia puede que nunca llegue a ejecutar su casa? Una reciente sentencia del Supremo les ampara y declara nula la venta "al haber regularidades urbanísticas". En su sentencia, da la razón a empresa Monteye Properties & Loan -compradora- que presentó una demanda contra Marina Isla Valdecañas, S.A. -vendedora- y su aseguradora en la que solicitaba la nulidad del contrato de compraventa de la vivienda, por vicio de consentimiento, alegando que el día de su firma no se le informó de la existencia de un litigio que afectaba al instrumento urbanístico sobre el que se asentaba el inmueble. En concreto, argumentaba que la parte vendedora le ocultó que había un procedimiento judicial pendiente en el que se pedía que se anulara el decreto de la Junta de Extremadura que daba cobertura legal urbanística al complejo donde se ubicaba la citada vivienda.

Mientras tanto, son varios inmuebles los que aparecen a la venta en el portal Idealista. Su precio ronda los 500.000 euros. En los anuncios no hay ninguna referencia a la sentencia del Supremo de derribo y la zona se vende como un paraíso natural con un resort de ocio 'premium'. Esta publicación se ha puesto en contacto con cuatro de los propietarios que anuncian sus inmuebles y todos aseguran que "no venden porque se vaya a derribar". Una mujer, afincada en Pozuelo de Alarcón, asegura que está "muy tranquila de haber invertido en este lugar. Esto todo lo ha líado una loca ecologista, pero el impacto medioambiental de tirar el complejo sí sería grandísimo. La isla se utilizaba desde la época de Franco para echar animales muertos. Esto me lo ha contado la asistenta de El Gordo que limpia mi casa. Estoy tranquilísima porque no lo van a demoler, pero también dudo que construyan más por ahora. Y si la tiran, están nuestros seguros y la Junta de Andalucía tendrá que responder". Otra de las propietarias ahonda en esta idea y desmiente eso de que es una isla de millonarios. "Lo que hay en la urbanización es mucho 'don' y poco 'din' (dinero)".

Fuente: El Confidencial

El Rey Don Felipe presidirá este lunes, día 3, a las 12,00 horas, en Cáceres la apertura del Curso Universitario 2016/2017, que en esta edición se celebrará en la Universidad de Extremadura.

El acto se celebrará en la Facultad de Derecho de la capital cacereña, según publica Casa Real en su página web; y al mismo también asistirá el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara.

La UEX superará los 22.000 alumnos en este curso

También han confirmado su asistencia la presidenta de la Asamblea de Extremadura, Blanca Martín; y el presidente del PP en la comunidad, José Antonio Monago, entre otras numerosas autoridades políticas regionales, provinciales y locales, así como de la sociedad civil.

 

Fuente: HOY

Naturalista, agricultor, activista ecológico y cultural, académico, periodista y medalla de Extremadura. «Sí, soy todo eso, pero me gustaría que se me conociese como un emboscado: persona que vive en el bosque, lo defiende y planta árboles», subraya Joaquín Araujo. Madrileño de cuna (31 de diciembre de 1947) pero extremeño de residencia (39 años) y convicción, hablará en Aula HOY sobre el potencial de Extremadura como medicina contra el cambio climático. Araujo vive habitualmente en una finca próxima a Navatrasierra, en la comarca de Las Villuercas, aunque está en el término municipal de Alía.

–El título de sus conferencias es el de ‘Extremadura, víctima o antídoto contra el cambio climático’. ¿No somos más lo segundo que lo primero por nuestro potencial?

–Es lo que deberíamos decidir con entusiasmo y dedicación. Lo que pasa es que todavía está muy lejos de lo segundo, aunque estuve hace unos días con el presidente Vara y nos ha dado una alegría al hablar de los planes del Gobierno extremeño de apostar por la economía ecológica. Pero Extremadura está en la primera línea de fuego de las causas negativas del cambio climático. Podemos ser no solo víctimas sino una de las primeras y principales víctimas del cambio climático.

–¿Cuáles son esos efectos que ya padecemos los extremeños?

–Estamos padeciendo el tropiezo de la naturaleza. La característica más palpable del cambio climático es la irregularidad, el incremento más palpable de la duda sobre lo que va a hacer el clima. Éste lo hace todo aunque los hombres, tan arrogantes, creemos que todo lo hacemos nosotros. El clima construye la realidad presente y el futuro. El incremento de las zonas desérticas es una prueba de ello.

–Somos uno de los territorios con mayor protección ambiental de Europa. Algo que, por cierto, provoca tensiones para desarrollarse.

–Lo importante es que tenemos una buena materia prima: las condiciones ambientales, el paisaje, el contexto. Esa situación es magnífica. Pero yo soy agricultor ecológico y tengo el convencimiento de que todo lo que se hace sumando deterioro ambiental, modelo energético y modelo agroquímico, se podría hacer sin ese impacto ambiental.

–¿No ve necesario rebajar esos niveles de protección ambiental en nuestra comunidad?

–No. Al contrario. Habría que aumentarlos y mucho, además.

–Hay zonas, por decirlo gráficamente, que son auténticos eriales pero con determinada protección ambiental y eso impide siquiera plantearse proyectos. Incluso del sector agroalimentario.

–No soy enemigo de proyectos. Soy un campesino más, a pesar de mis ‘excelentísimos’ títulos. Soy un hombre de la cultura rural y por supuesto estoy a favor absolutamente del desarrollo rural. Lo que pasa es que, como todo en esta vida, se puede hacer bien, mal o regular. Cuando una parte de las autoridades políticas dice que hay que apostar por la economía verde digo, vaya, pero si eso ya lo dije hace 40 años. Estoy convencido que perfectamente se puede hacer una ganadera extensiva equilibrada, mejor que la que se hace. Se puede hacer mejor la agricultura, el turismo rural. Con más precaución y cautela. Porque vienen precisamente las cosas como vienen, desde el punto de vista climático, hay que apostar por la condición de Extremadura como antídoto, medicina, que para eso también somos los mejores.

–¿Qué puede hacer la región frente al cambio climático?

–Demostrar que hay posibilidades de un desarrollo equilibrado rural, que la gente viva de las condiciones básicas de la naturaleza. Extremadura es el mejor sitio del mundo occidental para desarrollarlo. Aquí se pueden aplicar tecnologías sin agresión, algo que aminore las enfermedades ambientales del planeta. Tampoco se trata de defender que lo que se haga aquí propicie tener la renta per cápita de Singupar (más alta que la mayoría de los países desarrollados) pero demostramos que esa forma equilibrada de producción nos mantiene en unos niveles dignos de existencia con el factor de que contribuyes al mantenimiento de la vida a largo plazo, que es lo más importante en este mundo.

–Uno de los motores ‘verdes’ debería ser la energía renovable. Pero está bloqueada por el Gobierno y Extremadura, por ejemplo, no tiene siquiera un solo kilovatio instalado de energía eólica.

–La energía eólica no tiene nada de malo si exceptuamos que casi siempre se pretende en ubicaciones realmente disparatadas. En España tenemos ahora unos 20.000 molinos eólicos. Ojalá tuviéramos 100.000 porque casi tendríamos asegurado casi la mitad del suministro de energía, pero están mal planificados. Yo me apunto a que haya molinillos en Extremadura pero deberían estar a lo largo de la A-5 pero siempre se está buscando en lo alto de una montaña, con impactos colaterales.

–Supongo que la conservación medioambiental y las posibilidades y necesidades de desarrollarse para vivir siguen chocando, a pesar de que se hable de compatibilidad.

–Mantengo una noción básica. Es lo que llamo la antiarrogancia de los extremeños. Nos han despreciado tanto desde distintos ámbitos que los extremeños llegamos a minusvalorarnos. Yo sostengo lo contrario. Somos los mejores porque no hemos destruidos lo que tenemos por el ansia de lo que no tenemos. Y esta frase es la fundamental. La que hay que entender en la vida. Por tener cuatro cositas, muchas de ellas superfluas y no digamos ya peligrosas para la continuidad de la vida, la mayoría de las naciones y territorios del mundo industrializado han destruido lo que tenían. Desde la salud de las aguas y de los aires hasta la belleza básica del paisaje. Nosotros tenemos la suerte de no haberlo hecho todavía.

Fuente: HOY

Presentación del libro de relatos titulado De la Ceiba y el Quetzal, escrito por Montserrat Abumalham. profesora de Filología Semítica en la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la  Asociación Tacaná.  Será en la Biblioteca Municipal el jueves día 29 de Septiembre a las 19,30 h.

Tacaná,  promueve y gestiona proyectos educativos como las Becas Kristina Iturralde del proyecto Somos Libres, de acceso a estudios secundarios para jóvenes en Guatemala, Nicaragua y Costa Rica, o el proyecto Labrando nuestro futuro para becas de estudios primarios para niñas sin recursos del Hogar Luis Amigó de Guatemala, desde el convencimiento de que las oportunidades de educación y formación de la infancia y la juventud son fundamentales para el desarrollo del ser humano.

Luisa Carnés nació en Madrid (1905) y murió en México DF (1964). De clase media empobrecida, se puso a trabajar en una sombrerería a los 11 años. Fue autodidacta: observaba la realidad y leía folletones, Los hermanos Karamazov por entregas, Tolstói, Gorki, clásicos de la literatura española… De aquellos trabajos y días, pasados por el filtro de los autores rusos, surgieron Peregrinos del calvario (1923) y Natacha (1928). Luisa se hizo mecanógrafa en una editorial donde conoció a su primer marido; disfrutó de notoriedad como escritora. Después cerraron la editorial y emigraron a Algeciras, pero ella regresó a Madrid, donde trabajó en un salón de té. Siguió escribiendo novelas y cuentos y colaboró con diferentes medios periodísticos. Estalló la guerra, firmó teatro de combate en defensa de la República y estrenó con Alberti. Militó en el PCE. Se exilió a México y allí murió en un accidente de coche del que salieron ilesos marido e hijo. Luego desapareció, como muchas otras mujeres y hombres —especialmente mujeres— del imaginario cultural porque todos sabemos quiénes escriben la historia… Esta podría ser una visión acelerada de la biografía de Luisa Carnés, a quien se ha considerado “la más importante narradora del 27” o representante de la “novela social de preguerra” como Sender, César M. Arconada o Carranque de Ríos. Carnés denunció las desigualdades económicas y sociales del sistema capitalista, y se concentró en la emancipación de las mujeres a través de la lucha colectiva y la cultura; en la necesidad de que las obreras se desvincu­laran de padres, maridos, patrones y confesores, para transgredir un modelo de vida abocado a una domesticidad matrimonial o prostibularia, que a menudo se confunden. Carnés apoyó a Clara Campoamor en su defensa del sufragio femenino. Otras voces se sumaron: María Martínez Sierra, Concha Espina, Elena Fortún, María Teresa León…

 

La autora denunció las desigualdades del sistema capitalista y se concentró en la emancipación de las mujeres

De todas estas vicisitudes biográficas da cuenta Antonio Plaza en el epílogo de Tea Rooms. Mujeres obreras, una singularísima novela-reportaje a la que Carnés traslada su experiencia como empleada de un salón de té. Una voz en tercera persona focaliza la figura de Matilde, una obrera a quien el pensamiento le duele y recorre Madrid buscando empleo. La ciudad se describe con enumeraciones sensoriales que son interrumpidas por fragmentos en estilo directo, interferencias de la publicidad o la propaganda. Sobrecoge lo mucho y lo nada que hemos cambiado: ya no se fríen buñuelos en la Puerta del Sol y los turistas se hacen fotos con Minnie Mouse, pero aún existen los mendigos, los parados, las mujeres especialmente golpeadas por la crisis e invisibilizadas por la cultura. Las vertiginosas descripciones remiten a las dotes de observación de la escritora y a esos chaplinianos tiempos modernos donde las prácticas capitalistas automatizan las conductas mientras la realidad se divide entre ricos, pobres y engreídas clases medias sin conciencia de sus precariedades.

Carnés, encubierta tras la lúcida mirada de Matilde, sabe que está en el bando de los perdedores incluso antes de haber perdido una guerra. El estilo capta lo que la escritora piensa del mundo: roto, voraginoso, lleno de ruido… La visión de la pobreza no es idílica ni buenista, sino violenta, corruptora y sucia. Sin embargo, no se deposita en el individuo toda la responsabilidad de sus buenas o malas acciones. Porque Carnés no es católica: reivindica la utopía comunista subrayando el significado de la solidaridad. Tampoco ve con buenos ojos a quienes rentabilizan el relato de la pobreza, la apología del origen humilde. De esa lección deberíamos aprender los escritores de la crisis, que a veces transformamos la lacra social en eslogan.

Carnés utiliza la literatura como arma cargada de futuro sabiendo que en su destreza para controlar la clave retórica reside su eficacia. Literaria y política. Es precioso el pasaje donde cuenta por qué las mujeres pobres no se alegran con la llegada del verano mientras la fina desnudez de las mujeres pudientes se exhibe en playas cosmopolitas. En la novela se evidencia el peso literario de lo concreto: las horas de jornada laboral, la cantidad de brioches, las exactas 10 pesetas del salario, la insistencia en el número en los tiempos de escasez.

Usa la literatura como arma cargada de futuro. Sabe que en su destreza para controlar la clave retórica reside su eficacia

La novela-reportaje como género sintetiza la observación naturalista de la experiencia laboral auténtica, los diálogos de magnetofón con sus entrañables laísmos madrileños, con la esperanza utópica del lenguaje de vanguardia, las girándulas de Guillermo de Torre, los poemas de grúas de Salvat-Papasseit, el cubismo, la máquina y la reducción metonímica de la persona a su traje que tan atinadamente resume esa denuncia de la deshumanización, la razón físico-matemática y la lógica economicista, que está en la raíz de las poéticas del 27. También como los autores del 27, en Carnés se percibe cierta influencia cinéfila que cuaja en una crítica —alienación de las obreras fascinadas por los actores que van al Tea Room— y un procedimiento: la cámara congela con rapidez opresiva al hombre travestido, la mantenida por un viejo, la encargada, la adaptable Antonia, la beatona, Marta y sus hurtos, Laurita y su ingenuidad de novela que la convertirá en carnero sacrificial… Poliedro dramático de mujeres que tienen todas las de perder. Las cosas terribles suceden con la naturalidad con la que suceden las cosas terribles en las sociedades inhumanas: abortos practicados con la varilla de un paraguas roñoso, mujeres prostituidas, obreros muertos, despidos… Tea Rooms se cierra con un interrogante: “¿Cuándo será oída su voz?”. Carnés se refiere a la emanci­pación proletaria. Los lectores sospechamos que, habida cuenta de los últimos acontecimientos nacionales e internacionales, nunca hemos dejado de estar sordos.

Fuente: El País

CÓMO ES posible que la guerra terminara hace casi 80 años y todavía tengamos que contener las lágrimas ante la tumba de Antonio Machado. Eso es lo que me pregunto en silencio cada vez que voy con mi familia al cementerio en que descansa el poeta, en Colliure, el pueblito francés situado a pocos kilómetros de la frontera española donde, huyendo de la victoria franquista, Machado encontró refugio y murió justo antes del fin de la guerra. La tumba se halla a la entrada del cementerio y está siempre cubierta de los ramos de flores de sus visitantes; yo nunca le llevo nada. Aunque cada año, ante ella, me acuerdo de un poema de Machado; este verano fue ese que empieza “Yo voy soñando caminos / de la tarde” y que luego sigue: “En el corazón tenía / la espina de una pasión. / Logré arrancármela un día: / ya no siento el corazón”. Cuando acabo de decirlo, alguien pregunta si eso significa que no hay vida sin dolor y que, si te quitas el dolor, te quitas la vida. “Puede ser”, contesto. Otro pregunta –esto siempre lo pregunta alguien: no falla– cuándo va a volver Machado a España, o si no debería haber vuelto ya. “No lo sé”, contesto. “De momento está bien donde está”. Muñoz Molina ha escrito que el barranco de Víznar, el lugar donde asesinaron a Lorca, es nuestro Poets’ Corner, el majestuoso lugar de Westminster donde los ingleses entierran a sus grandes escritores; nada que objetar, salvo que, si falla Víznar, aquí está Colliure.

 

"EL DÍA QUE MACHADO PODRÁ POR FIN VOLVER A CASA, ESE DÍA LA GUERRA HABRÁ TERMINADO DE VERDAD"

Al salir del cementerio me adentro en el callejón Antonio Machado y veo al pasar junto a un patio una pareja de ancianos. Pocos metros más allá desemboco en el hotel donde el poeta se alojó durante sus últimas semanas de vida, con su hermano José y su madre, que está enterrada con él. El hotel es un viejo caserón de tres plantas, con balaustradas y escalinatas de piedra; en tiempos de Machado se llamaba Bougnol Quintana; yo siempre lo he visto cerrado. Nos quedamos mirando la fachada y, cuando llevamos un rato frente a ella, pido a mi familia que me espere y vuelvo con los dos ancianos, que se acercan a mí en cuanto me ven a la entrada de su patio. Son ingleses, se llaman Weaver, parecen encantados de atenderme. En inglés, les pregunto si llevan muchos años viviendo allí; me contestan que no viven allí, pero que pasan allí los veranos desde finales de los años ochenta. Les pregunto si han oído hablar de Machado. “Claro”, me contestan y, cuando les digo de dónde soy, me preguntan: “¿Es verdad que es el Shakespeare español?”. “No”, contesto; me oigo añadir: “Pero es el mejor poeta español moderno”. Luego les pregunto si viene mucha gente a ver su tumba. “Mucha”, asienten. Me cuentan que al principio Machado y su madre estaban enterrados en una tumba humildísima y luego los cambiaron a la actual, que el hotel lleva 25 años vacío, que el Ayuntamiento intentó comprarlo sin éxito. Después les pregunto si han oído contar historias del paso de Machado por Colliure. “Alguna”, reconoce el señor Weaver. Y me cuenta lo siguiente. Al parecer, los habituales del hotel estaban muy intrigados porque nunca veían comer juntos a los hermanos Machado, y algunos atribuyeron esa rareza a una inquina provocada por las amarguras del exilio; hasta que un día descubrieron la verdad: los hermanos no tenían más que un traje, y se lo turnaban para bajar al comedor. “Es sólo una leyenda”, sonríe el señor Weaver. “Quizá no sea verdad”.

Me despido de los Weaver y me reúno con mi familia, que me somete a un interrogatorio sobre mi entrevista a los dos ancianos y, mientras caminamos hacia el coche para volver a casa y divago sin responder, me pregunto si voy a ser capaz de contarles la leyenda del último traje de Machado, si acertaré a explicar sin que me tiemble la voz que hay hombres que no aceptan perder la dignidad ni en la peor de las derrotas, y me digo que sólo nos habremos arrancado la última espina de la pasión de Machado cuando ya nadie tenga que contener las lágrimas en Colliure por su culpa, que entonces él también podrá por fin volver a casa y que, aunque quizá ya no nos quede corazón, ese día la guerra habrá terminado de verdad. “Mejor os lo cuento en un artículo”, respondo.

Fuente: Javier Cercas - El País

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