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El pintor destaca que se trata de una muestra «de gran importancia»

Mañana, con la presencia de destacados políticos chinos, así como de los máximos representantes de la Embajada Española y el Instituto Cervantes, se inaugura en Pekín la primera exposición al óleo de un pintor occidental vivo. El extremeño Eduardo Naranjo ha llevado hasta la capital de China unas cien obras, en una muestra única, que de manera retrospectiva recoge pinturas de sus distintas etapas, desde su periodo de formación, hasta el realismo, pasando por el expresionismo. Se exhibe en el NAMOC (National Art Museum of China) y podrá visitarse hasta el 17 de enero. Tras esa fecha, los cuadros realizarán un periplo por los principales museos de otras importantes ciudades chinas, como Shanghai o Hangzhou.

Naranjo, que está en Madrid, convaleciente de una leve enfermedad, explica que «se trata de una exposición de gran importancia y repercusión en el seno del entorno cultural chino». Una ocasión «única», manifiesta su hijo Miguel Ángel, encargado de organizar la exposición, así como de custodiar y proteger la obra de su padre en la capital China; «dado que se recogen pinturas de distintas etapas, así como de su obra gráfica».

Es, recuerda el pintor de Monesterio, «la primera vez que la pintura al óleo de un artista occidental vivo, viaja a China». De ahí la importancia de esta muestra que está generando excelentes críticas de las autoridades culturales de la república. Recordar que Naranjo visitó China en septiembre del año pasado, invitado por las autoridades académicas, para dar clases magistrales.

Naranjo aprovechó para anunciar que en abril expondrá en el museo Thyssen en «un proyecto precioso» denominado El realismo en el Siglo de Oro y el actual español, en el que participará con Vanesa, un óleo sobre lienzo, de grandes dimensiones, pintado entre los años 2001 y 2002.

Fuente: El Periódico Extremadura.

Publicado por Ediciones Antígona. Intervienen los autores; la editora, Conchita Piña;  y el presidente de honor de la Asociación de Cervantistas, José Manuel Lucía Megías.

Las Cervantas fue un encargo de la Biblioteca Nacional de España a Inma Chacón y José Ramón Fernández con motivo de la conmemoración del IV Centenario de la Muerte de Miguel de Cervantes. Esta pieza dramática, que ahora publica Ediciones Antígona, se ha representado durante 2016 en los festivales de teatro de Alcalá de Henares, Cáceres y Almagro, así como en las Naves del Español, en Madrid.

La obra cuenta una historia real. En la noche del 27 de junio de 1605, en Valladolid, junto a una casa a orillas del río Esgueva, donde vive Cervantes con cinco mujeres apodadas Las Cervantas (su esposa, dos de sus hermanas, su sobrina y su hija), un caballero es herido de muerte. El herido fallece sin haber querido aclarar los hechos. El alcalde interroga a la familia Cervantes y a otros vecinos para encubrir al asesino enlodando el sumario; enviará a la cárcel al escritor, a una de sus hermanas, su sobrina y su hija, que regresarán a casa bajo un arresto domiciliario que durará seis días. Desde esa historia real, la obra trata de acercarnos a las mujeres que vivieron con el autor de El Quijote e influyeron en su literatura, sus miedos, sus fortalezas y sus modos de enfrentarse a la vida en una época donde una mujer libre, que sabía leer, resultaba, cuando menos, sospechosa.

Inma Chacón es doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de Documentación en la Universidad Rey Juan Carlos. Fundó y dirigió la revista digital Binaria Revista de Comunicación, Cultura y Tecnología.

La princesa india fue su primera incursión en el mundo de la narrativa, a la que siguieron Las filipinianas y Nick, una novela juvenil donde se cuenta una historia de amor a través de la red. También ha publicado los poemarios Alas, Urdimbres, Antología de la herida y Arcanos. En 2011 fue finalista del Premio Planeta con Tiempo de arena, un relato apasionante sobre las herederas de un hacendado español a finales del siglo XIX, y en 2013, Mientras pueda pensarte, una novela emotiva y sobrecogedora. También ha publicado Voces, una antología personal de relatos y, en el campo de la dramaturgia, El laberinto y la urdimbre. Su obra Sí, vale, vale, chao ha sido representada con gran éxito de público. Recientemente, ha publicado su última novela, Tierra sin hombres.

José Ramón Fernández recibió en1993 el Premio Calderón de la Barca por la obra Para quemar la memoria. En 2003 recibió el Premio Lope de Vega por Nina. En 2011 recibió el Premio Nacional de Literatura por La colmena científica o El café de Negrín. Sus textos han sido ya traducidos a once idiomas.

Ha estrenado y publicado una treintena de obras, tanto escritas en solitario, como trabajos dramatúrgicos colectivos; la primera pieza de la Trilogía de la juventud (con Y. Pallín y J. G. Yagüe), Las manos, recibió, entre otros, el Premio Ojo Crítico y el Premio Max.

Fuente: BN

Hay muchas formas de llegar a Pessoa. A través de una exposición como la del Círculo de Bellas Artes de Madrid. O a través de la poesía de uno de sus heterónimos, Álvaro de Campos

Pessoa no quiso nunca vivir en otro sitio que no fuera Lisboa. Llevaba tanta tristeza dentro que ampliar sus fronteras hubiera sido para él una forma de sentirse perdido. Por eso redujo su vida a lo mínimo: un trabajo inestable, cuatro calles, un amor imposible y la literatura.

Como la propia Lisboa, siempre huérfana y olvidada en la punta lejana de Europa, Pessoa fue un hombre sin padre, un huérfano que buscó un hogar y que nunca lo encontró. Encontró casas de alquiler en el Largo do Carmo, en la Rua Antero de Quental o en la Rua Coelho da Rocha, 16; encontró cafés como A Brasileira o el Arcadia y casas de comida como Irmãos Unidos donde pudo conspirar contra la literatura de su tiempo. Tuvo amigos, sueños políticos, pero siempre estuvo solo.

Su Lisboa no era una ciudad, era la arquitectura de su propio rostro, es decir, la arquitectura llena de niebla de los rasgos de su alma. Paseante incansable y rutinario, andaba por las plazas o por los barrios como una manera de contemplarse y estudiarse a sí mismo. Para él no había espectáculo mayor que el de su propia conciencia. Pasear era ver el movimiento de su pensamiento.

Furiosa vanguardia

A pesar de la monotonía diaria, la vida de Pessoa fue una vida excesiva y la Lisboa que vivió se vio contaminada de esos mismos excesos. Por eso a la Baixa o al Chiado les quitó el aire decadente del simbolismo, la pátina finisecular, y los convirtió en el paisaje urbano de la más furiosa vanguardia. Lisboa, de la mano de Pessoa, dejó atrás el siglo XIX y se metió de lleno en el siglo XX, el siglo de las máquinas, de la realidad descompuesta, del fragmento. Tal vez sea el Tajo desde el muelle el principal lugar de esta ciudad. Desde ahí se inician viajes reales e imaginarios, se lanzan proclamas y sueños, y se cae, cómo no, en ese entusiasmo de lo contemporáneo.

De todo ello nos hablan Alberto Ruiz de Samaniego y José Mouriño en la exposición del Círculo de Bellas Artes de Madrid titulada, muy significativamente, Pessoa/Lisboa (abierta hasta el 5 de marzo). La muestra es un recorrido visual y un relato conceptual tanto como una forma de adentrarnos en ese enigma que fue Pessoa, el enigma de su poesía y el enigma de su intimidad.

ADN poético

Para ello lo que crean es un juego de espejos, es decir, un juego de sombras y de fantasmas. Los de la ciudad que se expresa en versos, los de las palabras que tienen su correlato en imágenes. En el documental se nos muestran, a través de 27 escenas y con las voces inigualables de Pablo Guerrero y Ana Zugasti, todos aquellos lugares de Lisboa que tienen ya el ADN de nuestro poeta. Un documental bellísimo, tan íntimo como emocionante, donde visitar las distintas etapas de la vida de Pessoa, las palabras con que quiso expresar la perplejidad de su vivir.

La cámara se torna un «voyeur» no solo de la ciudad, no solo de las vidas de nuestro poeta sino de un alma que, en estas calles, en estas plazas, buscó un sentido al hecho de contemplar el mundo, de pensarlo y de escribirlo. El juego se completa con el «Atlas Pessoa», la cartografía hipertextual que propone una nueva lectura del corpus pessoano y que demuestra hasta qué punto es una obra abierta, plural. Y a Pessoa como una psicología sin límites.

En efecto, Pessoa vivió una psicología sin límites. El «drama em gente» no es solo una dramatización radical del texto literario, sino una dramatización radical de la mente que lo crea. El laberinto de espíritus formado por Caeiro, Reis, Campos, el barón de Teive o Soares, entre otros, es dialéctico y paradójico, pero donde siempre se adivina la conciencia vigilante del propio Pessoa. Fue tantos seres que al final se quedó solo contemplando su propio rostro, lo infinito de su propio rostro.

Entre todos los seres que creó tal vez sea el de Álvaro de Campos el que mejor nos habla hoy. En él observamos, por una parte, la dinámica de la poesía portuguesa de principios del siglo XX, desde el decadentismo a la vanguardia, y desde la vanguardia a una forma de descreimiento final de cualquier norma de escuela. Pero por otra parte, la seducción que nos produce esta obra se basa en que nos enseñó hasta qué punto el lenguaje de la poesía es el lenguaje de la ciudad, un lenguaje simultáneo, fragmentario, histérico. Sus versos reflejan la realidad tecnificada, su imaginación se desborda en paisajes y estados de ánimo creados por la sociedad capitalista.

Visión múltiple

De Campos fue un metafísico que nos mostró lo absurdo de cualquier metafísica, escribió su propia tragedia de sinsentido y perplejidad, de hastío y de abatimiento. Su obra toda es una especie de autobiografía del fracaso de vivir, de lo inútil de cualquier tipo de esperanza. Por eso se sitúa en los márgenes, en la marginalidad, en las buhardillas de la melancolía.

La edición ahora de su «Obra completa» viene a demostrar hasta qué punto Álvaro de Campos es una figura clave en la modernidad literaria y hasta qué punto su influencia y su magisterio están lejos de apagarse. Llevada a cabo por Jerónimo Pizarro y Antonio Cardiello, es un paso en la clarificación de ese enigma textual que es Álvaro de Campos, completado por primera vez con su obra en prosa. Un volumen imprescindible para quien quiera acercarse a este universo del heterónimo más moderno, el de la crisis de identidad propia de nuestro tiempo, el de la visión múltiple, aquel que dijo: «Haz la maleta para ir a ningún sitio».

Fuente: ABC

Se marchó con lo puesto a un país del que no sabía nada; hoy vuelve para donar a sus paisanos su arte, que ya goza de prestigio en Brasil

Recién inaugurado el año 1963, Julián González decidió plasmar la idea que le rondaba: marcharse, pero no a cualquier sitio: a Brasil. Trabajaba en Fuente de Cantos en el negocio familiar, una pequeña carpintería creada por su padre, Jesús, dedicada al mueble de calidad y también a la elaboración de esculturas en madera. Julián había destacado desde muy joven en esta faceta artística. Tanto es así que siendo aún niño esculpió un Cristo Crucificado, y al ver su padre que tenía, nunca mejor dicho, madera de artista, le regaló un libro con las técnicas de Miguel Ángel Buonarroti para que aprendiese las proporciones y la anatomía.

A su padre no le hizo ninguna gracia la idea de que su hijo, el mayor de siete hermanos (cinco hombres y dos mujeres) se marchase con solo 23 años y sin saber adónde iba. Tanto es así que envió al gobierno franquista una talla del papa Juan XXIII realizada años antes por Julián, indicando que si no se hacía algo este prometedor artista español tendría que marcharse. Logró que las autoridades del régimen le concediesen una beca, pero eso no disuadió a Julián.

El ambiente de aquella España, y el hecho de que el negocio familiar, con ser próspero, no podría dar de comer a tantos hermanos, se impusieron. ¿Por qué Brasil y no por ejemplo Alemania o Francia, destinos de la emigración de entonces? «Me sonaba a país nuevo, de aventura, de futuro, de oportunidades». Así que, con una maleta con algunas herramientas, otra con trozos de madera y una mochila con ropa y el poco dinero que había logrado ahorrar, se embarcó. Tras una travesía en barco de 14 días que se le hicieron años, desembarca en Río de Janeiro, y su espíritu aventurero choca con la realidad: no conoce el idioma. «Fíjate la idea que yo tenía de a dónde iba que llegue todo abrigado, cuando allí era verano», comenta entre risas, y añade: «Por poco me asfixio, pero no podía dejar nada ni soltar las maletas por temor a que me robasen».

«En los primeros tiempos lo pasé muy mal, me arrepentí muchas veces y estuve a punto de regresar»«Yo no veo un bloque de piedra, veo la figura que hay dentro y quito lo que sobra para liberarla»

Pronto se rehace y pregunta «si no hay un lugar más fresquito», y le dirigen a Sao Paulo. «Cogí el autobús y me fui allá». Recala en Riacho Grande, barrio de Sao Bernardo do Campo, una ciudad de casi un millón de habitantes en el Estado de Sao Paulo. Allí contacta con un jesuita madrileño que reside en la zona más humilde y que le ofrece como alojamiento provisional, paradojas de la vida, un destartalado taller de carpintería casi en ruinas.

«Hice de todo, vendí ropa casa por casa para un italiano que luego no me pagó; tallaba figuras de madera con motivos étnicos de la tradición brasileña, que vendía en los mercadillos. Mil veces me arrepentí y estuve por volver, pero siempre me daba una semana más para pensarlo». No solo no se vuelve, sino que llama a su hermano Manolo para, entre los dos, montar un taller de muebles. «Le engañé -señala con una sonrisa pícara- le dije que aquí me iba muy bien y el pobre cuando llegó y vio lo que había, se quería volver». Manolo, presente en la conversación, asiente.

Juntos comienzan a fabricar muebles de lujo para las familias pudientes de Sao Paulo: «Cuando había encargos, hacíamos muebles; cuando no, esculturas. Lo que diese dinero en ese momento».

Su trabajo es tan apreciado que ya en 1966 el diario Folha do Santiago, el más importante de la ciudad, titula en la portada del 20 de marzo: «Trabalhos de alto valor artístico sao esculpidos em madeira por maos habeis».

Pero antes Julián ha cumplido con un compromiso vital. Al marcharse deja en Fuente de Cantos a su novia Margarita, con la que quiere casarse. Llevar a Margarita a Brasil y casarse allí acarrea grandes complicaciones burocráticas, así que deciden casarse por poderes. Es el 8 de septiembre de 1963, día de La Hermosa, patrona local. Fue todo un acontecimiento en el pueblo, que nunca había visto una boda por poderes. Margarita recuerda el día con gran cariño: «Mi suegro, que hizo las veces de novio, se portó estupendamente, y me dejó celebrar una gran fiesta que Este (Julián) seguramente no hubiera aceptado». Para mayor simbolismo, se casan en la capilla del colegio San Francisco Javier, bajo el gran Cristo Crucificado, una talla en madera de tres metros de altura, realizada por Julián cuando tenía 17 años. Luego todo el pueblo, en curiosa procesión, acompaña a Margarita y el 'novio' a depositar el ramo de novia a los pies de la Virgen de la Hermosa.

La fábrica progresa (hoy cuenta con más de cien empleados y ha sido reconocida por su labor social de rescatar niños de la calle para darles un oficio) y a Julián y Manolo se unen en 1975 sus otros hermanos varones: Pepe, Jesús y Macario, que marchan a Brasil tras morir su padre. Pero el espíritu inquieto de Julián no se conforma: vence las reservas de sus hermanos para invertir lo que daban los muebles en la compra de tierras selváticas en la zona de Mato Grosso. Así se hacen a bajo precio con dos fincas de más de 5.000 hectáreas. «Fueron unos visionarios», interviene en perfecto castellano Dolores, hija de Julián: «Mientras el resto desbrozaba para dejar pastos y echar vacas, ellos vieron que unos pocos sembraban soja. Preguntaron y contrataron ingenieros agrónomos para adaptar las tierras a este cultivo, mucho más rentable y que da dos cosechas al año». Ahora Julián, Manolo y Pepe tienen las tierras arrendadas (Jesús falleció hace unos años) y solo Macario continúa con la explotación.

«Nunca dejé la escultura. De la madera pasé a probar con piedra, con mármol y vi que se me daba bien». Así fue cambiando a esculpir en piedra jabón, roca cuarzo y mármol, unas extraídas de sus propias fincas y otras provenientes de Minas Gerais. Ahora prefiere la roca o el mármol porque no admiten errores. «Cuando llega yo no veo un bloque de piedra, veo la figura que hay dentro y quito lo que sobra para liberarla», afirma sobre su trabajo.

Nunca ha vendido una escultura. «Las dono, no puedo poner precio a algo que es como de mi familia y que mis hermanos me han ayudado a crear». Sus trabajos adornan varias iglesias brasileñas y la Cámara Municipal de Sao Bernardo, localidad de la que es hijo adoptivo. Pero siempre le rondó la idea de donar su obra a Fuente de Cantos en homenaje a su padre.

Esta intención llegó a oídos de José Lamilla, profesor de Arte, que quiso que los fuentecanteños conocieran a este artista. Con su mediación, la familia tomó contacto con la alcaldesa Carmen Pagador. «Le pedimos que nos cediera el Museo Zurbarán para una exposición temporal, y nos dijo que no, que si la idea de mi padre era donar su obra a Fuente de Cantos se habilitaría la ermita vecina a la iglesia del Carmen para crear allí un museo con su nombre», explica Dolores.

Así, hace unas semanas las familias de Julián, Pepe y Manolo se juntaron por primera vez en 40 años en Fuente de Cantos, esperando la llegada en barco de las 27 esculturas. Las obras llegaron tras un periplo plagado de enojosos trámites burocráticos el 2 de diciembre. Tras comprobar que todo estaba en orden, los González regresaron a Brasil. En Fuente de Cantos ha quedado el legado de Julián, en madera, piedra y mármol, con temáticas variadas, que dan gran protagonismo a la familia.

Dentro de unas semanas, en febrero, este aventurero, el escultor de las 'maos habeis' (manos hábiles), regresará para la inauguración de su museo. Una etapa más en el camino de este emigrante que se marchó sin nada, y que pese a la distancia y los años siempre tuvo en su corazón un lugar para el sitio donde vivió su primera juventud.

Fuente: HOY

Habrá otra edición de las conversaciones académicas entre españoles y alemanes. Se impartirá el máster de Estudios Amerindios, como título de la UNED

La Fundación Xavier de Salas, cuyo fin es contribuir al desarrollo cultural y social de Extremadura e Iberoamérica, ha hecho balance del año que acaba de terminar en el que han sido numerosas las actividades y acciones emprendidas, destacando las conversaciones académicas hispano-alemanas sobre Filosofía que se celebran desde 1993 en colaboración con la Herzog August Bibliothek de Wolfenbüttel. Según Jaime de Salas, presidente de la fundación, en 2017 habrá otro encuentro bajo la dirección de la Universidad Humboldt de Berlín.

Por otro lado, en dicho resumen anual también se hace hincapié en el grupo de estudios de etnología americana en el que participaron 14 investigadores de universidades de España, Francia y Alemania. Trujillo ha sido el lugar de reunión del proyecto titulado Los pueblos indígenas y la modernidad en América que se ha desarrollado en los últimos tres años. En este contexto, en 2017 comenzará a impartirse como título propio de la UNED el Máster de Estudios Amerindios «fruto del convenio de esta institución con la Fundación Xavier de Salas», asegura su presidente.

Igualmente, en 2016 se ha prestó especial atención a la valoración del paisaje de Trujillo, facilitando la creación del Seminario Permanente sobre Paisaje y Territorio, para poner en valor el paisaje urbano y el entorno natural de la ciudad. Destaca la celebración del II Festival Paisajes, Gestos y Jardines en mayo. Según Jaime de Salas, «en un contexto económico complicado ha sido difícil llevar a cabo el compromiso para la creación del corredor ecológico y cultural del que forma parte la Gestión Integrada del parque de La Coria».

Finalmente, merece mención el veinte aniversario del programa del College of Charleston, en colaboración con la universidad americana de Carolina del Sur, para la llegada de grupos de estudiantes que conviven con familias trujillanas.

Fuente:  El Periódico Extremadura.

No vale con un vistazo rápido. Al cartel de la tercera temporada de la serie de televisión ‘Penny Dreadful’ hay que mirarlo despacio. Hay que pararse un momento y clavarle los ojos durante unos segundos. Así es cómo se distinguen bien las dos imágenes que contiene. Por un lado, un hombre acurrucado con las manos entrelazadas sobre su cabeza. Por otro, una calavera humana gritando. En conjunto, una genialidad que ha merecido un premio en Estados Unidos.

El autor de esa ilusión óptica es extremeño. Se llama Pablo Matilla Terrones, nació en Plasencia el 14 de agosto de 1981, está casado, tiene dos hijos, vive en Estados Unidos y ya guarda cuatro Clio Key Art Awards, que son algo así como «los Óscar de la publicidad de cine», resume el protagonista. El último se lo concedieron en octubre, a él y al equipo de Concept Art, la empresa con sede en Los Ángeles (California) y en la que el extremeño ejerce como director de arte. «Estudié Filología Inglesa durante tres años en la Universidad de Sevilla, donde dedicaba más tiempo a rodar cortometrajes y escribir guiones y relatos que a estudiar», explica Matilla por correo electrónico. «Después me fui a Barcelona –continúa–, donde me gradué en Cine y Televisión en la ESCAC, la Escuela de Cine de la Universidad de Barcelona».

En el año 2004 le surgió la oportunidad de irse a Los Ángeles con una beca, y así comenzó su aventura en Hollywood. «Me fui dejando llevar por las oportunidades que iban saliendo y pronto me especialicé en el diseño de carteles de cine», comenta el diseñador placentino, que antes de tomar ese camino, probó otros.

Su ficha en IMDb, un portal sobre cine, le define como «productor y director, conocido por ‘US Males vs. Evil’ (2003) y ‘Soldados (Historia de un conocido’, 2005». Pero su filmografía es más sustanciosa, e incluye títulos como ‘Malicia’ (2001), un cortometraje que fue premiado en el II Festival Metrópolis de Sevilla y en el VII Festival de Cortometrajes Envídeo de Cáceres. Además de escribir, dirigir y producir cine, Pablo Matilla tuvo su propia productora (Magasca) y publicó un libro: ‘Aorístoles y la verdad absoluta’ (Editora Regional de Extremadura, 2006). Todas esas creaciones, las cinematográficas, las teatrales –que también las tiene– o las literarias, le han procurado público, pero con ninguna ha llegado tan lejos como con los carteles. Algunos de ellos los han visto o los verán decenas o cientos de miles de personas, quizás millones, pero casi nadie sabrá quién está detrás de la foto, el montaje, el dibujo, la idea...

«Los primeros carteles que hice fueron para el cine español –recuerda ahora el extremeño–, entre ellos los de ‘Camino’, ‘Las trece rosas’, ‘Lope’ o ‘Cautiva’». En Hollywood, su talento está detrás de filmes que han tenido buena aceptación en las taquillas, como ‘El gran Gatsby’ (2013, dirigida por Baz Luhrmann y protagonizada por Leonardo di Caprio), ‘Interstellar’ (2014, con Christopher Nolan de director y Matthew McConauguey), ‘Creed: La leyenda de Rocky’ (otra entrega del personaje que encarna Sylvester Stallone, dirigido ahora por Ryan Coogler), ‘Warcraft: El origen’, ‘Focus’ (con un elenco que incluye a Will Smith) o ‘Magic Mike XXL’. También en títulos que apuntan a éxitos de taquilla, como la vuelta de King Kong en ‘Kong: Skull Island’ (’Kong: La isla calavera’), dirigida por Jordan Vogt-Roberts y con Samuel L. Jackson en el reparto. O ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’ , en la que David Yates lleva a la pantalla el guion de J. K. Rowling, en una historia que recuerda a las aventuras de Harry Potter.

 

Reconocimientos anteriores

El cartel de ‘El gran Gatsby’ recibió un Clio Key Art de plata en el año 2013, y el de ‘Magic Mike XXL’ uno de bronce dos años más tarde. El mayor galardón le llega ahora gracias a la tercera temporada de ‘Penny Dreadful’, que ha merecido el reconocimiento de dos premios de oro: mejor cartel de televisión y mejor técnica fotográfica de cartel.

«Aparte del de ‘Penny Dreadful’, estoy especialmente contento con los dos carteles que he hecho este año, para ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’ y ‘Kong: Skull Island’», reconoce Pablo Matilla. «Las dos películas –añade– tienen mucho presupuesto y entrañan mucha responsabilidad en cuanto a que deben tener éxito en la taquilla». En cuanto a las obras en sí que él concibe, explica que «en los dos casos son carteles complejos técnicamente, que fueron difíciles de crear, y en estas películas tan grandes, compites con mucha gente para que elijan tu diseño». Además, él guarda un recuerdo especial de otro cartel, el de ‘Act of Valor’, «una película sin apenas pedigrí pero que gracias a la campaña de publicidad consiguió ser número uno en Estados Unidos», explica el diseñador extremeño, que vuelve con frecuencia a España.

Como cinéfilo que es, el placentino admite que se siente «muy afortunado de trabajar en proyectos de alcance internacional». O sea, la misma dimensión que está alcanzando su trabajo.

Fuente: HOY

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